Este tipo de juegos son los juegos de cooperación-oposición, en los que se dan ambos extremos.
Ya hablamos en la entrada anterior sobre los beneficios que tenía la cooperación entre compañeros, pero, ¿y la oposición?
Los juegos de oposición son los que, posteriormente, introducen al alumno a deportes como el baloncesto, el fútbol, el tenis, el balonmano, el volley, y un amplísimo etcétera.
Esta clase de juegos se encuentran muy criticados debido a la visión tan extremista a la que se ha llegado. Se dan muchas situaciones en las que los niños se vuelven demasiado competitivos hasta el punto de ser agresivos. Solo quieren ganar, no admiten la frustración que supone una derrota, no disfrutan del juego sino que solo piensan en conseguir su objetivo por encima de sus compañeros, en ser mejor que los demás... Todo esto acaba desembocando en una actitud egoísta, muchas veces fomentada por los propios padres, que se toman las victorias de sus hijos como algo personal y buscan su propia felicidad y satisfacción al poder presumir de que su hijo "es el mejor" y se olvidan completamente de si el niño está disfrutando realmente del juego o deporte que está realizando.
Esta situación también puede darse a la inversa. Hay niños que pueden llegar a sentirse frustrados porque siempre pierden y se sienten desmotivados, piensan que siempre van a hacerlo mal y esto, claramente, afecta a su autoestima y a la visión que tienen de ellos mismos.
Pero, en mi opinión, los juegos de oposición no son malos en sí mismos.
Es decir, sabiendo emplearlos correctamente, los juegos de oposición pueden ser muy útiles. La competición tiene una serie de beneficios en el alumnado, lleva al sujeto a mejorar sus capacidades a partir de situaciones de estrés que le obligan a esforzarse más. Además resultan motivadores para los alumnos por ese espíritu de superación y ese incentivo de competir para ganar algo, ya sea una recompensa física o la felicitación por parte de los alumnos y maestros.
Otro punto fuerte a favor de estos juegos es la toma de decisiones. El alumno no está solo a la hora de actuar ya que tiene compañeros en el mismo equipo, pero además, tiene que competir con otros compañeros, lo que planteará una problemática añadida al objetivo principal.
El alumno tiene que decidir, por ejemplo, si salvar al compañero que han pillado, si correr hacia el objetivo final, si dejar que lo pillen para que otro compañero pueda conseguir ese objetivo, etc.
Son muchas y muy variadas las posibles situaciones que se pueden dar en el juego, y ayudarán a los niños a buscar distintos enfoques en la resolución de problemas.
En definitiva, podemos comprobar que los juegos de oposición no son tan malos, pero que debemos saber darles un enfoque que lleve a los niños a entender que no pasa nada si pierdes, que lo importante es divertirse, y que ganar no te hace mejor a otros, sino que todos somos compañeros y todos somos iguales, unos días se gana y otros días se pierde y no pasa absolutamente nada. en mi opinión hay que dejar de lado las descalificaciones, y motivar a los niños que no ganen en esa ocasión ofreciéndoles palabras de ánimo para que se esfuercen la próxima vez.
También sería importante hacer una reflexión al final del juego para que ellos mismos se cuestionen, con ayuda de la maestra, si se han divertido, si se han ayudado, que cuenten anécdotas, si se alegran de que su compañero o compañeros hayan ganado... Y hacer una puesta común de sentimientos a fin de compartirlos y entenderlos.
Como dijo Pierre de Coubertin, pedagogo francés y fundador de los actuales juegos olímpicos:
"Lo más importante del deporte no es ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo"
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